diumenge, 1 de novembre del 2009

Tres maneras de desear una tabla

I. Está mañana cuando entraba a mi habitación me daba cuenta en el caos que se había convertido, miraba alrededor y nada estaba en su sitio, aquello parecía un vagón del metro línea verde estación Hidalgo a las ocho de la mañana, no había sitio ni para sentarse, lleno de prendas sin doblar, hasta sin estrenar, recién lavadas, había la ropa que traje de aquel viaje de fin de semana, todas las mañanas antes de salir prefiero mirar la ventana y la luz y el paisaje me hacen olvidar que por algún sitio hay una cama, no puedo más, no le veo solución pues no puedo comprar otro mueble, mi economía no da para ir detrás de un mueble, así que me estiro en la cama y veo que el armario está abierto, claro muy abierto no le cabe nada más, pero veo más allá, arriba hay un espacio, que he visto Sí un espacio!.. La virgen del Excélsior ha hecho que mire para ahí, estoy salvada, creo ahí podré acomodar muchas cosas, sólo necesito una tabla, unos soportes y ya está, bajo inspirada las escaleras y al salir de mi edificio veo una tabla, diría que es perfecta pues casi es del tamaño de mi armario de ese espacio que aprovecharé, ¿me sirve? Hay no sé creo que sí, es más creo que todos los días desde hace mucho tiempo la veo que está ahí recargada, esperando que alguien se la lleve ya sea para hacer de ella un uso o destruirla, No lo sé, y si me la llevo y viene el imbécil que la dejó ahí y me la reclama, hay tanto envidioso por ahí, mejor la dejó y voy y compro una que le vaya mejor a mi armario, necesito una que sea rosa pastelito, ¡sí! me convence más salir y así me despejo, voy pensando en mi tabla rosa pastel no miró y me atropellan.

II. Corría el año del señor, íbamos en un barco camino a la Bretaña, todos los que íbamos fletados en él, nos corría un especie de escalofrío aquellos mares tenían meses de estar revueltos, como enfurecidos, como embrujados, todo estaba oscuro, no podíamos ver las estrellas, pues no paraba de llover, había tempestad y un viento gélido penetrante en la piel y los oídos, golpeante, en qué momento se me ocurrió emprender esté viaje, vamos dirigidos por imbécil que nos ha bautizado como la Armada Invencible, yo ya estaba vencido antes de zarpar, pasa un día y otro creo que empezamos a dar vueltas, el mal tiempo no pasa, llevó varios días sin comer, me acuerdo de mi mujer recién casada, me acuerdo de su cuerpo, de la túnica que se pone por las noches al dormir, ¡mierda que hago aquí!, espero que salga bien todo, me despierto y el mar es aún más violento, empieza a correr la alarma que los primeros buques los han hundido, ¿qué hace el capitán? Volvamos me digo a mi mismo, pero es un chulo de mierda y se quiere colgar la medallita muerto, él sí yo No!, casi todos piensan como yo y nadie es capaz de tirarlo por la borda total él quiere morir, y cuando quiero reaccionar, es demasiado tarde, nuestro barco nombrado San Cirilo de Alejandría empieza a hundirse, olas inmensas lo arrasan, todos salimos volando, ¡hombre al agua! Gritan , el Cirilo se parte en dos, en cuatro en trozos, sólo quedan tablas regadas, y todos aferrándonos a ellas, cuando creer nadar ya no podía, veo una hermosa tabla flotando, esperándome ahí a un palmo, veo a otro que va en busca de ella, veo que es el capitán el chulo ese, me han salido fuerzas de no sé donde y nado más fuerte cuando ya no podía, llegó primero y el muy arrogante me dice que se la dejé, me le quedo mirando fijamente, no le aviso que detrás viene una astilla, se le clava, lo último que hace es darle un golpe tratándola de hundir con él, pero me aferro y gano, llegó a una playa desierta lugar Normandía.

III. Hace un mes sufrí un accidente, he de estar trágicamente postrada en una silla de ruedas un mes, trágicamente Sí!, exagerada No!, porqué pues si fuera de por vida, seguro mis padres arreglarían la casa anotándose a esos concursos de te cambio la casa si vemos tu miseria y la exponemos a medio mundo, con rampas, elevadores y aparatitos para hacer la vida más amable del que sufre la inmovilidad como del que le cuida y esté no es mi caso, encima que cuando me quiten los yesos de las dos piernas las tendré llenas de pelos, es trágico como se vea, ahora llegaré a mi casa y no saldré de ahí durante un mes, llegamos al edificio hay tres escalones, juraría que nunca los había visto, mis padres hacen un esfuerzo y van tirando, no soy una nena en un cochecito, me sabe mal este sobrepeso de cinco kilos, prueba superada, mi hermano el mayor llega tarde, como siempre, sabe cuando llegar, ahora vamos hacía el ascensor, lo pedimos, todos de alguna manera me dicen que será complicado salir, por lo tanto lo que me temía, enclaustrada un mes, llega el ascensor se abren las puertas y todos nos vemos horrorizados en el reflejo del espejo, ¡No cabe la silla!, mi padre da un golpe a la pared y mi hermano me empieza a mirar con odio, hay que subirme por las escaleras, menos mal vivo en un tercero, para esto sale la cotilla del segundo, sale su perro y mientras hacían un descanso mi padre y mi hermano, viene el chucho y se mea en la rueda, mientras la cotilla se disculpa con mi madre, todos me empiezan a echar la bronca por haberme subido a una moto sin su permiso. Perdonen tengo veintiocho años!, llegamos por fin a casa y me sacan al balcón hace sol y el yeso pica, mueven unos muebles porque mi silla y yo no cabemos, me sacan de aquel suplicio y mi madre me dice si quiero ir a mi habitación a tumbarme, le digo que sí, pero antes he de hacer un pipí, mi madre puso cara de santa chamuscada, ¡el baño! Hay un escalón, primera vez que me horrorizo, me hacía a la idea de no salir un mes pero de no ir al baño, eso ni pensarlo, por suerte tengo un abuelo jubilado que piensa, tiene un garage que guarda cosas inservibles, eso creía yo, tiene herramientas, trozos de maderas, recambios, hacía poco tiempo tiré una estantería, me aburría cuando regresaba de tirarla, mi abuelo me riño y me dijo que podría servir, Va está pero que si bien pasado pobrecillo pensé, pues el muy necio la recogió, hoy por la tarde llegó con una rampita, hecha a la medida de mi silla, reciclada de esas tablas que ya no quería.